sábado, 2 de noviembre de 2013

Velando el sueño de Ángela


He visitado muchos planetas en este tiempo, vida mía, y… en lo que podríamos llamar otros tiempos. Porque… ¿Sabes? Ahí fuera eso del tiempo no lo entienden como nosotros, bueno… como aquí, yo ya tampoco lo veo como antes. Y creo que todos esos viajes fueron por ti, buscándote, aun antes, mucho antes de saber de tu existencia, de conocer conscientemente que ya estabas siendo, bajo el cartel amarillo, tras tus ojos grandes, bajo las nubes y sus reactores, existías cinco metros más allá de donde había aparcado mi coche, desde mucho antes de yo tener conciencia.

Hoy, te veo desnuda y tus pechos se balancean sobre mi, penduleando con su volumen caricias en sombra sobre mi vientre, hablándole a mi piel entera del sabor de tu saliva, susurrándome en cada grieta los aromas de tus manantiales, la temperatura de tu sexo proyectada como un foco, que insulta a la no-vida y que caldea las islas que no conozco en mi.

Solamente el bosque… Tus ojos pudieron ser otros bosques, con sangre de luna en las raíces, sangre que arrastra el torrente gélido, como las lágrimas de la mujer disuelta en suelo, en posibilidad de ave, de madre, de locura amenazante. Solamente el bosque conoce los secretos. Pero yo lo he visto desde más arriba, sé que ya eras viento entre la fronda, con vocación de mar, que silbabas buscando la sal, entre las rocas, entre las manos, entre el tacto de otras manos, entre las miradas entretejidas en torno a ti.


Hoy te veo desnuda, dormida, noche de la noche, pacífica sobre las sábanas, viajera del espacio posible y soñado, sin tú saberlo, y te imagino dejando brotar el agua nuestra, oasis sobre tus muslos.

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