He visitado
muchos planetas en este tiempo, vida mía, y… en lo que podríamos llamar otros
tiempos. Porque… ¿Sabes? Ahí fuera eso del tiempo no lo entienden como
nosotros, bueno… como aquí, yo ya tampoco lo veo como antes. Y creo que todos
esos viajes fueron por ti, buscándote, aun antes, mucho antes de saber de tu
existencia, de conocer conscientemente que ya estabas siendo, bajo el cartel
amarillo, tras tus ojos grandes, bajo las nubes y sus reactores, existías cinco
metros más allá de donde había aparcado mi coche, desde mucho antes de yo tener
conciencia.
Hoy, te veo
desnuda y tus pechos se balancean sobre mi, penduleando con su volumen caricias
en sombra sobre mi vientre, hablándole a mi piel entera del sabor de tu saliva,
susurrándome en cada grieta los aromas de tus manantiales, la temperatura de tu
sexo proyectada como un foco, que insulta a la no-vida y que caldea las islas
que no conozco en mi.
Solamente
el bosque… Tus ojos pudieron ser otros bosques, con sangre de luna en las raíces,
sangre que arrastra el torrente gélido, como las lágrimas de la mujer disuelta
en suelo, en posibilidad de ave, de madre, de locura amenazante. Solamente el
bosque conoce los secretos. Pero yo lo he visto desde más arriba, sé que ya
eras viento entre la fronda, con vocación de mar, que silbabas buscando la sal,
entre las rocas, entre las manos, entre el tacto de otras manos, entre las
miradas entretejidas en torno a ti.
Hoy te veo
desnuda, dormida, noche de la noche, pacífica sobre las sábanas, viajera del
espacio posible y soñado, sin tú saberlo, y te imagino dejando brotar el agua
nuestra, oasis sobre tus muslos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario